- Los wampis son un grupo indígena compuesto por miles de personas, cuyos ancestros han vivido en la pluviselva amazónica del norte de Perú durante siglos.
- Las incursiones crecientes de leñadores, mineros y buscadores de petróleo, así como los cambios de políticas que favorecieron la explotación industrial, dejaron a los wampis cada vez más preocupados por el futuro de su hogar. Unos representantes comentaron que se habían dado cuenta de que solo lograrían la oportunidad de defender a su gente y la supervivencia de su bosque si desarrollaban una estructura organizativa legal y sólida.
PUERTO GALILEA, Perú — En el 2009, unos decretos especiales, firmados por el presidente de turno, abrieron franjas extensas de territorio indígena peruano para la explotación de recursos. Grupos indígenas del sector norte del país reaccionaron al juntarse y formar su propio gobierno autónomo en el 2015 —el primero de este tipo en Perú—, denominado “nación wampis”. Con esa nueva autoridad, la nación wampis ha podido reaccionar ante la deforestación ilegal en su territorio y eliminarla, y continúa organizando y fortaleciendo su postura respecto de los problemas sobre el uso de la tierra en Perú y en el extranjero.
Cuando el explorador español Francisco de Orellana partió en busca de especias y del imperio mitológico El Dorado en 1541, no pudo haber sabido que su viaje lo llevaría a las curvas del río más grande del mundo. Entre los peligros enfrentados por los miembros de la expedición, ocurrió el enfrentamiento con los icamiabas, una tribu guerrera legendaria, liderada por una mujer, que dominaba el río en aquel entonces. Orellana comparó a las icamiabas con las amazonas de la mitología griega y le dio al río el nombre con el que la mayoría lo conoce en la actualidad.
En los siglos intermedios, innumerables exploradores e industrias surcaron sus aguas y atravesaron sus bosques en busca de conocimiento, aventuras y beneficio económico. Los wampis saben mucho sobre estos visitantes: el grupo indígena ha vivido en la selva amazónica por siglos, esparcidos en más de 13 000 km2 en los departamentos peruanos de Amazonas y de Loreto, al norte del país. Pero sus miembros afirman que están cansados de ver cómo los invasores talan sus bosques y contaminan el agua con mercurio, utilizado para extraer oro de la tierra.
Hace menos tiempo, apareció la industria del petróleo. El conflicto por los derechos sobre la tierra se intensificó en el 2009, cuando el entonces presidente, Alan García, firmó decretos que permitían a empresas extranjeras acceder a territorios indígenas para extracción de petróleo, minería y tala. Como resultado de esto, las concesiones de petróleo y gas natural cubrieron más del 40 % de la Amazonía peruana en el 2010 (a partir de un 7 % en el 2003).
Los decretos fueron anunciados con el objetivo aparente de facilitar la implementación del Acuerdo de Libre Comercio entre Perú y Estados Unidos. Sin embargo, los críticos afirman que su implementación violó los estándares internacionales de derechos humanos, tales como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que requiere consulta y participación indígena en el uso, administración y conservación de sus territorios.
En reacción a estos decretos, 3000 miembros de grupos indígenas, que representan seis regiones diferentes de la Amazonía peruana, se reunieron y bloquearon una ruta cerca de la ciudad de Bagua, que conecta el departamento de Amazonas con los de Loreto, Cajamarca y San Martín. La protesta duró 57 días, hasta que el Gobierno reaccionó. El conflicto subsiguiente, que se haría conocido como “El Baguazo”, dejó 33 muertos (10 indígenas y 23 policías) y más de 200 heridos, y provocó saqueos y destrucción por toda la región. Recientemente, el Gobierno peruano erigió un monumento en Puerto Galilea para conmemorar la masacre y para honrar a los indígenas y a otros residentes.
Unos representantes wampis comentaron que se habían dado cuenta de que solo lograrían la oportunidad de defender a su gente y el futuro de su bosque si desarrollaban una estructura organizativa legal y sólida. Después de varias reuniones de sus líderes, representantes de 27 comunidades wampis (que totalizan una población de 15 000 personas) se unieron en el 2015. Invocaron el reconocimiento internacional de los derechos de los aborígenes y, el 29 de noviembre, declararon la creación de un gobierno territorial autónomo, denominado “nación wampis” (el primero de su clase en Perú), para defender el territorio y los recursos de las crecientes presiones de las industrias extractivas. Su territorio cubre una zona de selva equivalente a un tercio de los Países Bajos, a lo largo de la frontera norte entre Perú y Ecuador.
La formación de la nación wampis significa que todas y cada una de las actividades económicas llevadas a cabo en su territorio requieren su consentimiento. Pero, si bien es autónoma, la nación wampis aún se considera parte de Perú: “Todavía somos peruanos y así queremos continuar», afirma Shámpion Noningo, director técnico del gobierno territorial de la nación wampis—. “No queremos independencia, sino administrar nuestro territorio y tenemos el apoyo del Gobierno de Perú”.
Llegar al territorio wampis no es fácil. Cuando termina el camino, es necesario hacer el resto del trayecto en barco. Elmer Tuesta es conductor y dueño de uno de los barcos que hace el viaje por el río Marañón, desde Santa María de Nieva hasta Puerto Galilea, la ciudad que marca el límite del territorio wampis. Él comenta que no puede zarpar hasta no contar con una cantidad mínima de pasajeros. Tuesta llama a la gente que circula por el muelle en un intento por convencerlos de viajar. No pasa mucho tiempo, y los esfuerzos de Tuesta se ven recompensados. Con el barco lleno, Tuesta conduce lánguidamente a través de la neblina que cubre los árboles de la selva, como un vestido blanco diáfano.
El viaje dura tres horas. A lo largo del camino, se ven anclados barcos pequeños que transportan equipamiento para minería del oro. Por miedo a la reacción de los mineros, Tuesta no se atreve a acercarse, pero comenta que la mayoría de la minería en el territorio está suspendida hasta que finalice la temporada de lluvias.
Entre los pasajeros hay muchos jóvenes wampis, que viven en las grandes ciudades. Llevan puestas camisetas estampadas con el nombre de clubes españoles y el número del futbolista peruano Paolo Guerrero.
“Son los wampis urbanos —explica Noningo, sin ocultar su decepción porque los jóvenes están abandonando las tradiciones de los ancestros—. Esta es la parte más difícil del proceso de autonomía[…]la seducción por la acumulación de bienes”.
Para enfrentar este problema, la nación wampis enseña sus tradiciones en las escuelas, así como también alienta a los jóvenes a participar en reuniones de los grupos de trabajo del gobierno territorial y a trabajar en el área de agricultura. Este es el caso de John Milton quien, después de haber vivido en la ciudad, se enamoró de una mujer wampis, se casó y decidió quedarse. Aún intenta encontrar su lugar y varía sus actividades entre la agricultura y la cacería, pero confiesa que extraña su antigua vida urbana. Distinto es el caso de Henery Cuja, quien también decidió regresar luego de haber completado un curso como técnico de enfermería y ahora brinda atención médica en la comunidad ayambis. Está preocupado porque el calor aumenta cada año y, con eso, aumenta la proliferación de mosquitos que transmiten enfermedades peligrosas como malaria, dengue, fiebre amarilla, zika y chikungunya.
Los que trabajan en la Amazonía peruana dicen que la deforestación está empeorando las cosas en lo referente a amenazas como la malaria. Una investigación indica que la tala puede elevar las tasas de infección por malaria, debido a que crea hábitats óptimos para la reproducción de los mosquitos: estanques al borde de los bosques. Según Cuja, 76 de los 250 residentes de la comunidad ayambis fueron infectados con malaria, varios de los cuales contrajeron Plasmodium falciparum, la clase de malaria más mortal.
La nación wampis está trabajando para reducir la deforestación ilegal en su territorio. Según Noningo, han expulsado directamente de sus tierras a los mineros ilegales. En otras ocasiones, notificaron a las autoridades nacionales, quienes desalojaron a los invasores.
Lidiar con la tala ha sido más complicado. A diferencia de otras partes de la Amazonia (particularmente en Brasil), no existen rutas en la región wampis. Esto hace más difícil que los leñadores despejen zonas extensas, pero también les dificulta a las autoridades poder detectar la deforestación ilegal. Sin embargo, el presidente de la nación wampis, Wrays Perez, afirma que la tala ilegal selectiva es continua en la región y que los contrabandistas de madera buscan la capirona (Calycophyllum spruceanum). Es también conocida como bayabochi o mulateiro, y su madera es valiosa para la construcción.
De acuerdo con Perez, los leñadores llegan hasta los árboles por la noche, desde el río, y una persona hace de centinela. Una vez que talan y podan el árbol, lo cargan en el barco por la mañana y lo llevan río abajo para venderlo.
Desde la fundación de la nación wampis, la relación entre los wampis y el Gobierno de Perú ha sido bastante tranquila. El teniente coronel Herberts Cavero Medina, jefe de la sección Información de la sexta brigada de selva, atribuye esta tranquilidad a la excelente relación entre la nación wampis y las Fuerzas Armadas de Perú, que tiene una fuerte presencia en el territorio debido a su ubicación a lo largo de la frontera con Ecuador. Después de un conflicto entre Perú y Ecuador, conocido como Guerra del Cenepa, el Ejército trabajó para ubicar y quitar minas terrestres activas en varias zonas del territorio indígena.
Medina comenta que los jóvenes wampis prestan servicio en varios batallones de la región y reciben información indirectamente sobre tala ilegal y operaciones mineras. Entonces, el Ejército informa a las autoridades nacionales para expulsar a los invasores (si los wampis no lo hicieron ya).
Los wampis tienen permitido cazar y cultivar hasta cinco hectáreas en cualquier parte del territorio que elijan. Y la agricultura es rentable. Por ejemplo, los comerciantes sostienen que el cacao puede venderse a compradores externos por 3,2 soles por kilo, considerando que una hectárea produce un promedio de 1,5 toneladas por mes. Noningo explicó que también están considerando maneras de explotar el oro “de forma manual, sin máquinas, lo que significa no atacar el bosque y valorar el oro”.
La mayor preocupación de los wampis es la industria del petróleo, según Pérez. Hace referencia específica al Oleoducto Norperuano, parte del cual corre por territorio wampis. En total, el oleoducto se extiende por 1106 km desde la selva amazónica hasta el océano Pacífico para abastecer las refinerías peruanas. El oleoducto tiene un largo historial de derrames y pérdidas; al menos 23 ocurrieron entre el 2001 y el 2016. En el 2016 el oleoducto fue cerrado temporalmente después de haber tenido tres derrames en cinco meses.
Pérez también está atento al mundo exterior, en especial, a Brasil, la economía más grande de Sudamérica. La reciente elección de Jair Bolsonaro (de extrema derecha) como presidente es una particular preocupación para él, y lamenta la decisión del nuevo Gobierno de subordinar el ministerio de Medio Ambiente al de Agricultura y de abrir los territorios indígenas para la explotación de recursos.
“Esto afectará en gran medida a la selva amazónica de Brasil y a los derechos de la gente que vive allí desde hace miles de años y que siempre ha preservado el bosque”, dice Pérez.
En un mundo donde las acciones para preservar los bosques y luchar contra el cambio climático encuentran resistencia en las ideas antiguas de gobiernos nuevos, los wampis esperan que su territorio nuevo, un territorio libre, ayude a cambiar la conversación. Sin embargo, por el momento, su enfoque está en construir su capacidad y en proteger su hogar.
“Los españoles no nos conquistaron directamente, no fuimos esclavos; nos absorbieron cuando se formaron los estados, por lo que necesitamos mucho tiempo para poder organizarnos en una sola voz”, sostiene Noningo.
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